Hoy vengo con un artículo bien personal que hace mucho tiempo tenía ganas de escribir, y es el cuento que inicia cuando me recibía, un 23 de diciembre hace muchos años…
Desde el primer día que pisé la facultad, soñé con ese día, con el futuro, con la carrera, con el trabajo y lo maravillosa que iba a ser mi vida como contadora pública.
Ese día llegó y un poco más adelante el ejercicio libre de la profesión. Liquidar sueldos, calcular impuestos, armar balances, comunicar cada mes cuánto tiene que pagar a BPS, cuánto a DGI, timbre para el trámite “tal”, certificado para el trámite “cual” … Pague esto, pague aquello, pague, pague, pague…
Llegué a pensar que la profesión que elegí era de las profesiones más ingratas. El escribano, por ejemplo, tiene la satisfacción de la alegría del cliente cuando compra su casa, su autito, el terrenito para construir; el abogado gana el juicio; el médico salva vidas. ¿Y el contador? Te dice lo que tienes que pagar… Nadie quiere un contador, lo contratan cuando no hay más remedio.
Muchas veces he pensado eso; pero por suerte, son muchas más las que me doy cuenta todo lo que he ganado con esta hermosa profesión. Tengo muchos amigos que ahora son clientes, y tengo muchos clientes que ahora son, además, amigos. He conocido gente que ha enriquecido mi vida, con enseñanzas, consejos y apoyo. Emprendedores que son ejemplo de superación, tesón y trabajo, gente que he ayudado a que su negocio comience, despegue y continúe de una manera económicamente saludable.
He conocido gente agobiada, tratando de arreglar alguna situación con la que se ha visto superada; y juntos hemos sorteado los obstáculos y podido solucionar lo que parecía una historia sin fin.
También, a quienes asumiendo muchos riesgos invierten y buscan crecer dentro de nuestro país, de eso también soy parte.
Muchos años han pasado ya desde ese día que me recibí, y bastante agua ha corrido debajo del puente. Hemos pasado por años de bonanza y hemos superado crisis complicadas; he desempeñado diversos roles y he aprendido a que la mejor forma de ayudar es calzándome los zapatos de mis clientes y viendo el panorama desde los dos lados del mostrador.
Por eso me siento orgullosa de la profesión que elegí, de poder aportar valor desde mi rol, y feliz de no ser solamente la que calcula impuestos…
¡Arranquemos el año! 😊